lunes, 30 de abril de 2007

Nicolás Gaviria


Nicolás Gaviria Echavarría

Barbosa 1898 - Medellín 1984

Su aporte a la educación, no sólo del Departamento, sino del país, puede calificarse de invaluable, si se tiene en cuenta las numerosas accio­nes y avances que en esta materia logró desde sus cargos académicos y públicos. Realizó sus estudios en la Escuela Normal de Institutores de Medellín y obtuvo el di­ploma Superior del Magisterio en 1916.
Fue profesor y director de los más pres­tigiosos colegios de Medellín y de varias ciudades del departamento. En educación primaria, estuvo en los municipios de Rionegro, Jericó, la Trinidad, Angostura. Cañas gordas. Frontino, Santa Fe de Antioquia y Sopetrán.
En educación secundaria fue fundador y director del liceo, que lleva su nombre, de Can as gordas, director del colegio de Sonsón, director general del Liceo Antioqueño de la U. de A., rector del instituto noc­turno de bachillerato de la U. de A., rector de la Normal Nacional de Varones de Medellín y fundador y director del Instituto Colombiano de Educación de Medellín.
En la educación superior, fue fundador y primer decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Antioquia, profesor de filoso­fía e historia en la Facultad de Educación de las uni­versidades de Antioquia y Bolivariana, y profesor de castellano de las facultades de Ingeniería y Agro­nomía en la Nacional.
Así mismo, fue director nacional de enseñanza secundaria. Visitador escolar del departamento de Antioquia y asesor del Ministerio de Educación, donde presentó la reforma al Plan de Estudios y Programas de la enseñanza primaria, urbana, rural y normalista, conocido como el "Plan Gaviria", cuya ampliación se empezó en la ciudad de Medellín. A partir de allí se iniciaron los programas especiales dirigidos a los niños campesinos con el fin de capa­citarlos en actividades acordes a su medio.
Don Nicolás también se desempeñó como dipu­tado a la Asamblea de Antioquia. en donde estuvo por 16 años. Desde este cargo presentó numero­sas ordenanzas, entre las que se destacan la crea­ción de los Liceos Departamentales de Antioquia; la Reforma de las categorías escolares del magis­terio, consistente en fijar las categorías de acuer­do con los estudios profesionales del maestro, su tiempo de servicio y eficiencia en su ejercicio. Así mismo, la creación de las Escuelas Normales Rura­les, fue otra ordenanza que presentó, sin embar­go, el Gobierno Departamental no la aplicó por in­capacidad económica para sostenerlas. Otra de las ordenanzas importantes, y por la que tuvo que enfrentar fuertes debates por sus opositores, fue la de otorgar prestaciones sociales al magisterio.
Desde el Congreso de la República, como Repre­sentante a la Cámara en donde estuvo por 4 años, también hizo importantes aportes. De su perma­nencia allí se resalta la mejora de las pensiones nacionales de jubilación de los maestros y la de­fensa del proyecto de "la Ley Orgánica de Educa­ción", que si bien fue aprobado por la Comisión V. no pudo tener segundo debate por la agita­ción política de la época (1947).
A lo largo de su trayectoria, don Nicolás llegó a escribir más de quince libros didácticos, entre ellos: Diccionario Gramatical y de corrección del len­guaje; Historia de Américas; Compendio de la histo­ria universal; Compendio de historia de Colombia y Educación Cívica; tres tomos de Historia de la Cul­tura; Filosofía e historia de la educación; Ortografía pedagógica moderna; Historia de América; Edad moderna y contemporánea; Roma y edad media; y Los primitivos. Oriente y Grecia.
Por todos sus méritos se le designó, entre otros, los títulos de Miembro Honorario de la Academia Colombiana de Educación; Miembro Correspondiente de la Academia Antioqueña de Historia; Miembro Correspondiente del Centro de Historia de Santa Fe de Antioquia; y Maes­tro de Grado Superior de' la Normal de Varones de Medellín.
De igual forma, recibió La Cruz de Boyacá en el grado de comendador, de manos del presidente de la República, Guillermo León Valencia y la Estrella de Antioquia. en grado de oro, del magisterio Antioqueño.

(El Colombiano)

Luis Tejada.


Luis Tejada.
Barbosa 1898- Girardot 1924


Una rosa roja y un trago de brandy por Luis Tejada.


La fotografía lo muestra plácido: su cabello desordenado, la mirada fija en el objetivo de la cámara, una semipenumbra recorta su rostro, un bigote incipiente sobre su boca gruesa, una pipa alemana enorme sale de la comisura de sus labios hacia el lado izquierdo. Su mano izquierda reposa sobre una cómoda con algunos libros, dándole ese toque de distinción, es decir, del intelectual refinado, otra es el atrevimiento a dejarse fotografiar con una pipa, como si esta fuera parte de su indumentaria. Su rostro sorprendido, y otra vez esa mirada que todo lo escruta, que indagará sobre el suceso que se despliega a sus ojos como si Melitón Rodríguez hubiera captado el momento preciso donde se define a una persona Pero lo sugestivo es esa mirada analítica que comienza a captar sucesos, noticias, cosas en su aparente y sinuosa movilidad para luego materializarlas en su escritura, moldeando el breve espacio para una sus crónicas.
Es ese instante irrepetible y apoteósico que hace grande al fotógrafo y al fotografiado. Existen momentos clásicos en este sentido, el daguerrotipo ocasional realizado, llamado la Última Thule, a Edgar Allan Poe, y el retrato imprescindible a Baudelaire realizado por Nadar. En ellos se encuentran de cuerpo presente estos escritores. Sus miradas escrutan y persiguen a quien se fije en ellos, en esta los escritores captaron el mundo exterior a partir de esa extraña trasvasación interior. En estas placas también fueron eternizados. No son fotografías oficiales, pero son las que se quedan en uno.
Pero ahora vamos a referirnos a algo distinto porque el 7 de febrero de 1998 cumple cien años de haber nacido en Barbosa Luis Tejada, tal vez el cronista más relevante que ha existido en el país durante la primera mitad del siglo. Sus textos todavía pueden leerse con la frescura y la impresión que causaron en su momento, y han pasado a convertirse en esas reflexiones donde se siente la presencia real de un escritor, el pulso, la vida que fluye por sus escritos. Esas cronicas son pequeñas gemas engastadas en nuestra literatura.
En estas tierras, donde algunos hacen genuflexiones a la generación española del 98, españoles de pandereta. Olvidaron ese legado de la misma época en el país: existen tres escritores Carrasquilla que es un literato puro, que escribe y describe ese fresco social que es su obra, Fernando González pura ironía, con cierto tufillo parroquial. Lucidez en ambos pero ninguno de ellos fue hasta donde llegó el cronista a Tejada, estuvo atento a lo que pasaba en el mundo. A él se le ha colgado esa rémora de haber sido comunista, pero en el momento que lo fue, esa postura no se había manchado tan reaccionaria, tan violenta como ahora. En su momento era algo firme, y era la vanguardia, y la transparencia. Tampoco tuvo tiempo de escamotearla.
Él fue uno de esos intelectuales firmes, de dura cerviz, de los que ni se compran ni se venden, su existencia es una lucha por convertirse en un escritor no con mayusculas, sino algo más simple, un cronista que vivió y sintió el mundo del pulso de su mano y esa mirada precisa que reflexiona y matiza con su ojo, cada suceso o persona que lo cautiva. En él también se fragua ese pesar del antioqueño que debe marcharse, ya que en su tierra los intelectuales son poco recomendables. En esta tierra del aura sacra fames no cupo, como quizá no cabrá nunca Luis Tejada. Simplemente se sospecha que está ahí
También tuvo otra profesión, vagabundo por los caminos del pais, ese remoto país de regiones tan desconectadas entre sí, porque viajar de un lugar a otro ocupaba jornadas de muchos días. Para los capitalinos era una aventura conocer el mar, para ello bastaba mirarlo en una película olvidable: Las rocas de Kador, y esa falta de osadía llevó a De Greiff a crear uno de sus poemas más hermosos, Balada del mar no visto.
Despreocupado, inmerso en su pasión literaria y en busca de un lugar para ejercer su profesión, el cronista, estuvo en Barranquilla, Medellín, Pereira, Manizales y Bogotá. Su vida la trasegó no solo en esas ciudades sino en las tertulias, en salas de redacción de diversos diarios como Rigoletto, La Costa, El Tiempo y sobretodo El Espectador bajo el acesante estrépito de los linotipos y en el afán de encontrar el echo inverosímil que lo haría reflexionar para plasmarlo luego en una crónica, antes de la noche.
El grupo al que perteneció, los Nuevos tuvo una vida luminosa, fue la generación que conectó al país con el mundo en las dos primeras décadas del siglo en cuanto se refiere a cuestionar ese mundo provinciano, cerrado, ceremonial heredado del gótico religioso español, es decir mediocre, y que culminó con las reformas sociales en el primer gobierno de Alfonso López. Ellos encarnaron otra forma de ver las cosas, en él, se agruparon poetas y escritores que nunca pudo ocultar un poeta oficial como fue Valencia. En ellos se fraguó esa figura de los escritores independientes del país. Para nadie es un misterio la postura de León de Greiff su silencio pero su poesía pura y grande, la primera poesía de Luis Vidales, la finura y la extremada honestidad de Ricardo Rendón.
Pero también él observó las calles de la ciudad, y vio el contrastado paisaje citadino, entre el país que emergía, renovador, lleno de industrias y el que se rezagaba con sus personajes centenarios con frac y chistera. Él escribió con una pluma y un hogar de tinta, era la actitud de reflexión, en un momento en que no existía la excesiva memoria de los chips. En él se confundía el deseo de ser un escritor, una pasión, una filosofía y eso es ya decir mucho.
Cómo no referirme a él. A quien nada doblegó, ni la fatal variante del olvido que se emponzoña sobre su vida y obra, ni la pobreza, ni los intentos de juzgarlo desde su posición política han logrado desentrañar ese compromiso entre literatura y pasión esa responsabilidad entre lo social y el destino del hombre
Cien años es mucho tiempo, demasiado tiempo, lo imagino caminando despreocupado por la Playa Arriba. o apresurado salir de la tertulia del Negro Cano para situarse con los Panidas en la Bastilla, o acaso en el café Windsor de Bogotá, o jugando a ser uno de los conjurados en la noche negra del país. Siempre él impregnado de una absoluta y angelical transparencia llena de bohemia ante la vida, es decir, el nuevo romanticismo que aparecía con las vanguardias de su momento: el ascenso de una doctrina impredecible: el socialismo. Pero esos paisajes han cambiado como también las ciudades y las personas, esa es la dinámica. Pero ahí están sus cronicas, que reverberan en este bosque de palabras impresas, dando posibilidad, de cómplices, atisbar y reflexionar sobre ese mundo que se despliega a sus ojos. Sí, ahí estan.
Víctor Bustamante. 1997

Diego Echavarría Misas


Diego Echavarría Misas

Durante la construcción de la biblioteca no era extraño ver a don Diego inspeccionado las obras en el Parque de Arriba. Luego, casi todos los jueves, ya terminada la biblioteca Isolda Echavarría, lo veía serio y circunspecto bajarse de su auto Packard, color verde olivo, al cual el abría la puerta su chofer. Sí, caminaba dentro del amplio salón o extraía de los estantes algún libro que hojeaba. Lo vi siempre elegante, callado, él que conocio tantos mundos a través de los libros que entregan ese pasado milenario y nos hace ser modernos al conectarnos con el universo. Pasaba desapercibido entre tantos estudiantes, él, que le donó a Barbosa, el tesoro que es una biblioteca.

Don Diego nació en 1895 en Itagüí, sus padres eran Don Alejandro Echavarría Isaza, oriundo de Barbosa y Doña Ana Josefa Misas. Cursó estudios en el colegio que dirigió Don Antonio Saldarriaga, educador parcial con sus discípulos y muy estricto y severo. A los 16 años fue enviado a Alemania, donde cursó estudios secundarios en el Pedagogium en Godesberg, cerca a Bonn. En Londres visitó luego la Escuela de Comercio Pittman's School. Sus preferencias eran remar en el Rhin y estudiar piano. Al regreso, su padre lo instaló en el almacén, donde mostró dotes de buen administrador, gran sentido común y benevolencia. Fue el primero que trajo una vitrola e hizo conocer la música clásica a sus amigos. La nostalgia de los países del viejo mundo lo llevó muy pronto otra vez a estas tierras de alta cultura, donde se recreaba en los museos y sobre todo en los conciertos. Don Diego fue toda la vida un enamorado de la música clásica y su discoteca no tenía rival en Medellín. Se radicó en París por algunos años y gustaba leer los periódicos que le informaran sobre los museos de todos los países en los cafés de los campos Elíseos. Interrumpía sus viajes por cortas estadías en su patria natal. Después de casarse con Doña Benedicta Zur Nieden, llamada Doña Dita, decidió instalarse en Medellín y compró una finca en Itagüí. Allí sembró una arboleda linda de cítricos de diferentes clases. Durante las montadas a caballo los domingos pudo observar la precaria situación de la gente del campo, sobre todo en el sentido higiénico. Entonces resolvió fundar una Clínica en San Antonio de Prado, donde no había médico, ni botica. Partió los costos de la construcción con el Municipio de Medellín. Tuvo gran satisfacción al ver las madres bien atendidas con sus criaturas. En 1945 construyó la Biblioteca de Itagüí, obra favorita de Don Diego. Tuvo una visión clara de las necesidades de su pueblo: la educación. No hizo caso a las críticas de fundar una Biblioteca en un poblado de 1.000 habitantes, campesinos que sólo tenían interés en la feria de ganado semanal. A los 15 años de existencia de este centro cultural se vio el resultado, casi 10.000 lectores acudieron en 1960 a esta sala de lectura. La estadística del año 1971 arrojó un total de 354.236 lectores. En este recinto, artísticamente adornado, se han efectuado numerosos actos culturales; sean conferencias, conciertos y exposiciones. En los primeros años hasta funcionaba una clase de pintura que más tarde suprimió debido a la estrechez, por el gran número de lectores. Los anaqueles contienen libros de todos los ramos de lectura infantil hasta la astronáutica. Hay una valiosa colección de (Coltejer) Quijotes ilustrados por varios artistas. Don Diego protegió las escuelas. En 1970 donó un gran lote de su finca en Itagüí para la escuela del barrio Santa Ana, que le dieron el nombre de "Isolda Echavarría" en memoria de la única hija de Don Diego, fallecida después de desconocida enfermedad en los EE. UU. Donde cursaba estudios universitarios. Con el patrimonio de su familia Don Diego creó una Fundación para obras de educación y beneficencia, lo primero que construyó con ella, fue la "Residencia Isolda Echavarría" en el barrio el Pedregal; centro que suministra educación práctica y asistencia médica a la población adyacente. Casi a diario subió para vigilar los trabajos de la construcción y más tarde el funcionamiento. Don Diego acompañaba sus obras con cariño e interés. Era su modo de ser, de hacer todo completo e integral, con preocupación de la buena marcha y no escatimaba esfuerzo, ni dinero hasta lograr el colmo de cada obra. Se trasladó al Poblado con la compra de El Castillo, donde instaló con gran gusto estético, las obras de arte coleccionadas con carió durante sus viajes. Gustó de vivir en ambiente europeo y reformó esta casa hasta lograr una apariencia artística extraordinaria. Ahora es museo y abierto a las personas que saben apreciar los documentos de cultura. Don Diego era amable con todo el mundo, y sabía compartir las penas de otros. Tuvo bondad innata. Era ameno en su conversación, sobre todo hablando de Bolívar a quien veneraba. O de Mozart, ese divino maestro que le proporcionó horas inolvidables escuchando su música. Lo último que logró crear fue la Biblioteca de Barbosa. La víspera del secuestro, llevó muchos libros a ese bello edificio, los hizo catalogar y se le notaba la satisfacción sobre el beneficio que esta obra podría dar para levantar el nivel cuktural del pueblo. El secuestro y asesinato pusieron fin a la existencia de ese noble Filántropo, el 19 de septiembre de 1971.

Alejandro Echavarría Isaza




Alejandro Echavarría Isaza

(Barbosa. 1859. Medellín. 1928).

Alejandro Echavarría Isaza fue uno de los artífices del desarrollo industrial de Medellín y Antioquia en los albores del Siglo Veinte. De su vi­sión futurista y espíritu emprende­dor surgió la creación de la Compa­ñía Colombiana de Tejidos. Coltejer en 1908.
Del matrimonio con la señora Ana Josefa Misas nacieron sus hi­jos Gabriel, Sofía, Luisa, Guillermo, Margarita, Alejandro, Germán, Die­go, Rosa y Carlos Jota. Se caracteri­zó por el civismo y el afán progre­sista y aplicó esas cualidades a la creación de la primera empresa de energía eléctrica que funcionara en la capital antioqueña a fines del Si­glo Diecinueve. En los años veintes fundó el Banco Alemán Antioqueño, que durante lar­go tiempo se denominó Banco Comercial An­tioqueño.
Con uno de sus hijos, Guillermo Echavarría Misas, estableció la primera empresa de avia­ción comercial que fun­cionara en el país. A lo largo de su vida se distin­guió como hombre de gran filantropía y gene­rosidad. También fo­mentó el deporte y tuvo la iniciativa de la cons­trucción de la primera cancha de tenis en la ciudad. Pero su activi­dad como empresario no se limitó al desarro­llo fabril en Medellín. Atento como se man­tenía a las novedades, captó el comienzo del crecimiento de la industria cafetera y participó en diversas acciones tendientes a fortalecerla, así como también puso es­pecial atención en la ganadería.
Con todo y su influjo notable en las más diversas empresas industriales y en labores de carácter cívico, la obra principal de don Alejandro Echavarría fue la fundación del Hospital Universitario San Vicente de Paúl. Una de las instituciones emblemáticas de Antioquia. La primera piedra para la cons­trucción del complejo de edificios fue pues­ta en 1916. La inau­guración de la bene­mérita entidad hospi­talaria se efectuó en 1934. De la junta di­rectiva del Hospital, don Alejandro fue pre­sidente hasta cuando murió en 1928.

Roberto Mesa


Roberto Mesa
Roberto Mesa nació en Barbosa. Su padre, Ezequiel, elaboraba instrumentos de cuerda, las famosas "cajas de música", melodios o armonios y clarinetes, con un acabado que superaban a los que traían del extranjero. Roberto estudió hasta segundo año de derecho en la Universidad de Antioquia y en 1886 inició su carrera de músico popular con una guitarra que le fabricó su papá; formó un dueto con Enrique Restrepo Naranjo entre 1886 y 1888. Luego se trasladó a la capital de la República donde cantó a dúo con figuras nacionales como Raimundo Arango Botero, Ricardo Cuberos, Carlos Escamilla y con José Maria Rasch; conformó duetos con Pelón Santamarta durante dos años, viajaron por el Valle, y con Clímaco Vergara, autor de “Las mirlas”. Mesa le dio a conocer esta canción a Pelón, también fue compositor y musicalizó "El canto del antioqueño" de Epifanio Mejía, motivo que le valió un carcelazo, pues estando en plena guerra y tal vez un poco pasado de tragos se puso a cantarlo a todo pulmón y esto fue tomado por las autoridades como incitante a la revuelta, ya que era liberal.
La primera persona que le compuso música a “El canto del antioqueño” fue Juan Yépez.
Gonzalo Vidal compuso la tercera música a los versos de Epifanio y con ella se convirtió en e "Himno Antioqueño".
En 1948, ciego y olvidado, Roberto Mesa murió en el asilo de Ancianos de Medellín. Sus partituras fueron quemadas debido a la creencia de que había muerto de alguna enfermedad contagiosa.

Bibliografía
Restrepo Duque, Hernán. Lo que cuentan las canciones. Bogotá, Tercer Mundo, 1971.
Burgos Herrera, Alberto. Duetos y tríos del viejo Medellín 1950-1970. Medellín, Lealón, 2003. . :

Francisco Antonio Obregón



Francisco Antonio Obregón - Acuarela de Diego Tenorio


Francisco Antonio Obregón

Mariano Molano

Estadista antioqueño (Barbosa, abril 2 de 1801 - Medellín, octubre 29 de 1869). Hijo de Pedro Antonio Obregón y Uribe y María Josefa Muñoz y Castrillón, hizo sus primeros estudios en la escuela de don Chepe Dávila, y en 1818 ingresó al Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, donde obtuvo el título de doctor en Jurisprudencia. Regresó a su tierra natal y se dedicó a la enseñanza; ejerció la cátedra de Filosofía en el Colegio de Antioquia. Ocupó distinguidos cargos en la representación provincial y en el Congreso Nacional. En 1836 sucedió a Juan de Dios Aranzazu en el gobierno del Estado de Antioquia; bajo su administración, en un mensaje del año 1838, se habló por primera vez de la conveniencia y necesidad de establecer una Escuela Normal en Medellín. Acerca de su actividad política, Enrique Carrizosa Argáez, en Linajes y bibliografías de los gobernantes de nuestra Nación, dice: «No simpatizaba el gobernador [Obregón] con el régimen que presidía don José Ignacio de Márquez y, en el pronunciamiento de su primo el coronel Salvador Córdova, el 8 de octubre del año 1840, si hubiese asumido una actitud menos complaciente se habría sofocado la revolución. [Obregón] entró de lleno en los movimientos revolucionarios; hecho prisionero en las sabanas de Corozal y condenado a muerte, pudo salvarse por intervención del general [Pedro Alcántara] Herrán». Obregón fue desterrado por su participación en la rebelión, y vivió en las Antillas dedicado a dictar clases de inglés y francés. En Jamaica fue profesor de español, y después viajó a Italia, donde sirvió de intérprete al ministro ante la Santa Sede, Eladio Urizarn. En 1848 fue indultado y regresó al país. Fue gobernador de Mompós durante el gobierno de José Hilario López, y después del golpe de Estado del 17 de abril de 1854, se desempeñó como secretario general de José María Melo. Entre el 20 de mayo y el 2 de junio de 1854, reemplazó al general Melo en el gobierno y dictó decretos en su nombre. Cuando cayó Melo, Obregón fue perseguido por su participación en la dictadura, pero logró fugarse gracias a la ayuda de Antonio Herrán. Estuvo en Venezuela y en La Habana, hasta que el gobierno de Manuel María Mallarino le permitió regresar al país. Sobre sus últimos años, dice Carrizosa: «Revolucionario en el año 1861, preside la Asamblea Legislativa de Antioquia en 1863. La restauración conservadora en 1864 lo halló como procurador general del Estado, pero ya los mismos copartidarios suyos le tenían en poco aprecio, y a su muerte, ocurrida en Medellín el 29 de octubre de 1869, después de haber recibido del señor obispo todos los auxilios espirituales, sólo se escribió de él una muy modesta necrología».





sábado, 21 de abril de 2007

José Longas




José Longas

Compositor de la música del Himno de Barbosa.
Nació en Barbosa en 1923 y murió en Bello)

Cuando ni siquiera había escuelas de órgano aprendió sólo a acariciar las teclas con sus dedos o a golpearlas, para arrancar la melodía que evoca recuer­dos. Remembranzas de José Longas. el pianista que nos saca del mundo "disco" para trasladarnos a lo nuestro, un bam­buco, un pasillo... Su locura y su com­penetración con la música lo llevan al extremo de contarle las letras a una frase.
José Longas, de 57 años, tiene heren­cia artística. Su padre Juan de Dios era cantante, un artista de esos que sonaron en el tiempo de Jesús Arrióla, Pedro Santamaría y Eusebio Ochoa. Cuando era muy joven estudió piano con Luisa Manigueti. Hoy se sienta al piano y al órgano con tal soltura, que sus pensamientos nos hablan de Manuel J. Berna) y Jaime Llano. "Siempre he vivido con la música", nos dice. Por eso como musicólogo no cree en los avances tecnológicos. Prefiere los órganos de an-ies a los actuales. Los nuevos son para él obra de robots, porque "trabajan casi solos: en mis tiempos tenia uno que saber tocar piano para luego interpretar el órgano- Estos órganos nuevos no son de mucho porvenir musicalmente".
Seguramente a todos nos ha pasado al­guna vez en la vida la muerte de una ilusión. Nos sobreponemos pero la he-rida esta ahí, latente. José Longas nos cuenta su triunfo en el concurso "Or­quídea de Plata", patrocinado por la Philips en 1.969 y también de su logro ar­tístico en el año de 1.979 donde ocupó el segundo lugar en el concurso regional de Colcultura. para compositores, solo que este último lo desanimó para siempre. Su obra "A quien podré querer" ganó el .premio, pero esta es la hora en que to­davía no se lo han hecho efectivo. El monto era de 4 mil pesos a cada obra ganadora y la suma de 15 mil pesos para el segundo puesto. El caso es que des­pués de gastar ocho mil pesos en viajes hasta Bogotá para reclamar lo que era suyo le salieron con un cheque de cuatro mil pesos por la obra. De los otros quince "Hasta el sol de hoy". El dinero se per­dió y como lo afirma el maestro Longas. "no era una cantidad importante, pero lo que más me duele es el desánimo que me quedó. Nunca volveré a participar en un concurso. Ese engaño me dolió mucho, pero me parece muy grave que Colcul­tura haga esto, pues en lugar de esti­mulara los artistas está contra ellos".
Pero si viene de Colcultura, era de es­perarse porque esta entidad no abona las cuotas asignadas al Museo de Cea ni a Bellas Artes ni a la Biblioteca Pública Piloto. Ahora también podremos anotar que no paga los concursos que ganan los antioqueños.
MÚSICO. POETA Y...
José Longas nos resultó, además de un excelente organista y compositor, un buen poeta.
Para muestra insertamos este soneto suyo:
Pasa tan suave, tan calladamente
tu nombre azul sobre el recuerdo mío
como la flor que cae sobre el río.

Y entre sui olas lleva la corriente.
Es cierto que te quise intensamente
mas tornóse ese fuego tan sombrío
que al fia murió mi corazón de frió.

Hoy casi nuestro amor Indiferente
sin embargo pronuncio con ternura
las letras de tu nombre y tu dulzura.

Veo cono las mieles de un panal.
Tanto te quise, nos quisimos tanto
que al evocar tu amor rueda mi llanto
tortura de querer o dulce mal.

Como todo hombre que cultiva al­guna disciplina intelectual tiene sus autores preferidos. Para Longas, Neruda "vale más con sus poemas de amor que con todos los demás escritos donde trata la revolución".
Cree además que las personas de hoy en día en lugar de sentimientos están llenas de resentimientos, "No hay quién se sien te a escribir versos ya.
La ambición artística se terminó: a quienes escriben versos les importa muy poco la critica ya los "jóvenes músicos" sólo les interesa aprender a tocar ligero para amenizar las reuniones en la casa". UN FUTURO NEGRO
Como compositor, su trajinar ha sido de años, pero sus publicaciones pocas porque "aquí sucede lo mismo que con la poesía", nos dice, "uno escribe pero casi no encuentra donde publicarla, a menos que uno sea quien edite el libro".
El futuro pinta negro en cuanto a la composición, porque aunque en nuestro medio contamos con buenos composi­tores, nunca falta alguien "que se las embarre".
Así, el maestro nos explica lo sucedido cuando llevó sus obras a una casa dis­quera de la ciudad. Tras presentarlas te dijeron allí: "Aquí necesitamos es música bailable, bulla, ritmo". Total, se echó sus pasillos entre el bolsillo y de­cidió rebuscarse la vida como profesor de piano y "cuenta letras".
Qué es cuenta letras? No es una téc­nica para escribir ni nada por el estilo. Es una asombrosa perspicacia del oído. Longas es capaz de decirle 3 cualquiera el número de letras de una frase "ta­maño intermedio". Por ejemplo uno le dice: "Los obstáculos en la vida nos en­señan a vivir"; inmediatamente uno termina el responde: Tiene 37 letras. No falla. Es sorprendente.
Cómo lo hace? Ni él mismo lo sabe. Cuenta que comenzó con esto hace muchos años cuando se reunían a discutir en el círculo literario que tenían en ese entonces, con sede en el café Madrid.

(Nota de Ofelia Luz de Villa. El Colombiano)

Altagracia Agudelo - Manga de los Giles


Altagracia Agudelo e hijos en la Manga de los Giles. 1950
Fabiola, doña Altagracia, Amada, Leticia, Guillermo, Emilio,
Abelardo y Flor.

Charco Negro



Corren muchas leyendas sobre Charco Negro situado detrás de
El Morro de la Virgen. Una de ellas que aparecía una gallina con
pollitos de oro a las doce en punto del día.

Elías Londoño- Alcalde


Fotografía Tomada en el Parque de Barbosa - 1955
Edelmira Escobar,Elías Londoño (Alcalde en la época de
Rojas Pinilla), Regina García, Ligia Zuleta, N.N., Rita Zuleta y Oralia

domingo, 15 de abril de 2007

Puente Pulido




Padro Cieza de León, el cronista de Indias, describe la llegada de los españoles al Valle de los Aburraes entrando por el río Sinifaná y habla de un valle estrecho que cruzaron hacia el norte hasta encontrar, en lo que hoy se conoce como Puente Pulido, en Barbosa, un paso estrechoc del río Aburrá donde los indígenas habían construido un puente colgante que unia el camino que venía del oriente con el que subía a otra valle alto, poblando de osos de anteojos.
Por supuesto que este puente era construido en madera y en tiempos de la Violencia, luego de la muerte e Gaitán, alli eran arrojados las personas asesinadas por "Pajáros" de todos los colores.


Fotografia de Víctor Bustamante

1971

Plaza de Arriba 1970





1. Capilla 1970

2. Capilla (Interior durante una reparación)

Fotografias de Víctor Bustamante

El Unión Juvenil





1. Fotografía
Unión Juvenil 1966
2. Fotografía
Unión JUvenil 1969
3. Fotografia
Don Heriberto Morales, hombre del deporte y mecenas.
Fotografias Tomadas por Rodrigo Henao








Selección Barbosa




1. Fotografía:Primera vez que la Selección Barbosa jugaba en el Estadio Atanasio Girardot.
N.N., León Cárdenas, David Jímenez, Hernando Gallego,
Gildardo Gamboa, Héctor Tobón, Albeiro Cárdenas,
Gildardo Correa, Restrepo, Walter Rojas, Gabriel Sanchéz
"Campana", Guillermo Montoya, Juvenal Henao, Campillo., Julio Madrid,
Alberto Jímenez y Pájaro.


.



2. Fotografía
En la cancha Los Búcaros
Luis Alfonso Moreno, Héctor Patiño, Fernando Londoño,
Fabio Córdoba, Héctor García, Jorge Gómez, Víctor Bustamante,
Duván Herrera, Sosa, N. N., N.N, Pablo Zapata, Gabriel Quinchía,
Norberto Hernandéz, Gabriel Zapata, Luis Agudelo, Felix Correa,
Héctor Tobón y Leonardo Estrada.
.....
Fotografías tomadas por Rodrigo Henao.
1971


Barbosa



Nocturno para Barbosa

Víctor Bustamante


Sus cielos no son sombríos,
nunca lo serán,
su cielo siempre obtendrá un azul sin mancha
y sin nubes de harina.

Y el verde sin sosiego de sus valles y montañas
me perseguirá en otras geografías.
Será un verde tatuado, tan tatuado como el cristal de la infancia, tiempo poblado, sin ocasos descoloridos.
Verde indeleble llevado en el equipaje,
por los caminos de pasos perdidos.

No creo que esté atrapado en el recuerdo,
esa vulgar prostituta maquillada para acercamientos
y olores a ballerina, con sudores de ballerina.
No será el recuerdo quien traicione
ese aleteo de vagabundo y lo transforme en simples lágrimas.
Los que lloran están muertos hace muchos veranos.
Pero sus veranos son inmutables.

Barbosa se resume en el sabor a piña
de matas sembradas en hileras de tierra colorada de Porce,
desiertos en mapas de escuela.

Muro de cal,
tejados uniformes desde un tercer piso,
muchacha inmadura en la trampa del sol,
fragua de la alquimia a medio paso de la residua.
Lo es todo y lo que se diluyó.

Las torres de la iglesia rasgan el cielo
el sonido de las campanas tramontan el valle en busca del ángelus.
Pasión o piedra,
grafía del parque.

Un escolar desapacible, despeinado por el viento de los adioses
se pasea por el cuadro de la plaza:
su plano sin hoja de ruta, de cada esquina a cada esquina, de café en café, la música de las sombras.
Ahora en el regreso es un perfecto desconocido.

Imágenes de un caleidoscopio terrible.
Pero el mundo no termina ni empieza aquí
tampoco es el inicio de nada
sino el soporte de todo.
Por más lejos que haya ido
habrá una pasión secreta que lo persigue:
es el eslabón de una cadena irrepetible:
una casa con curazaos y matas de novios de un jardín portátil,
un ajedrez a manera de patio
los olores del presagio en la mentira de la niebla.
Nadie regresa a ninguna parte,
él se ha extraviado por la marisma y los ecos de los mares apagados e imaginados cerca a Auber
Se perdió por las calles de Medellín donde aún busca la salida al parque.
Se perdió en ocasos sin espartillos en la boca.
Se perdió en la risa apagada de los payasos de feria.
¿Dónde está el que no regresa?
¿Estará en las perdidas y oscuras marismas de Auber
o en los bosques perdidos de la maldad
o en el valle efímero la angustia?

Barbosa, nombre sólo para mí
no quiero que nadie lo arrastre de mi boca,
no quiero que el mundo opaco de los diarios lo pronuncie
Ese nombre lo arranqué del papiro de sus montañas,
No quiero que nadie lo murmure con la complicidad del estafador,
ni en el delirio de humo de Luis Tejada,
corazón roto de alas despobladas, cristal en la espesura,

Barbosa es aroma de café en el kiosco cada domingo a pleno sol.
Son las voces que ya no oiré.
Barbosa me persigue por los laberintos oscuros de una noche forjada de silencios y de piedra.

Omphalos, centro.
Allí gravitan
Obsesión, grito.
Fotografía o miedo.
Allá converge Eldorado ilusorio que poseo,
lo que existió y quiere perdurar.
Me perdí en las llanuras sombrías de un poema de Poe,
en el beso ondulante del viento en el Morro de la Virgen.

Barbosa, puente de cristal hacia el bosque incendiado del tren
araña de metal para cruzar el único y primer río
y la primera isla sin descubrir, el primer tesoro sin hallar
la caverna, aun tatuada, en el Morro del Indio
en la espesura del viento cruel y enfermo como el de cada línea, con el primer delito de ser uno mismo.

Pero a cada lugar donde vaya,
suyo será su nombre y suya la primera señal,
en cada palabra que diga saldrán las primeras calles
en cada vida que viva tendrá otro aposento para la manía del bien o del mal o para la soberbia del ahorcado.

Cada mañana pisaré la calle del Comercio
en cada mirada de la noche penetraran sus ojos en las llamas acunadas en el ultimo rincón del valle
en cada miedo, serán sus miedos presentes
en cada alba siempre su alba dirá el rojo de esas nubes.
Nunca se ha marchado desde una tarde con sabor a mango biche con sal y al perfume barato de alguna muchacha.

Piedra o cal, muro en el ocaso,
me ancla tu sombra al parque.
(1980)
.....
-Fotografía de El Mundo 1995.
…..
Para:
Abdías Madrid, Tulio Jairo Londoño, Gonzalo Henao,
Héctor Tobón, Héctor García, Francisco J. Cadavid,
Omar Cañas, Blanca Libia Gómez, Nazareth Torres,
Eustelly Londoño y los bachilleres del 71.

http://omarmesa.galeon.com/index.html

http://ladulcetoma.blogspot.com/2007/04/burton-rimbaud-en-la-ciudad-sagrada-de.html